martes, 26 de mayo de 2009

Retrospectiva

Se supone que para escribir algo descente tienes primero que haber escrito un millon de tonterias, escribir de a mucho y a diario.
Aparentemente yo he incumplido todas las reglas, menos la primera.
Pero más que escrito, he hecho y pensado un millon de tonterías.
Me atrevería a decir que algo más que la media a mi edad, basandome en el hecho de que mis desvarios abarcan más que moda, estatus y hombres; no presisamente en ese orden.
Pero, sobre todo, me considero demasiado ingenua: credula. Capaz de confiar en cualquier indigno de confianza.
¡Cuanos plantones no me han dado a lo largo de mi corta vida por culpa de tan futil defecto!
Al mirar atras me averguenzo de mi misma, por no aprender del error ajeno, y muchas veces del error propio.
¿Pero qué es lo que me hace falta para hacerme cambiar de una buena vez?
Es cierto: todos merecemos una segunda oportunidad. Pero yo debería ser capaz de negar una 4ta, 5ta, 8va...
Lamentablemente tengo claro por qué me pasa: me aterra perderlos. Pues, tal parece que tengo tan poca autoestima que adoro por momentos a aquellos que se dignan en prestar un poco de su tiempo, su atención.
Una sonrisa, una palabra amable: es todo lo que se necesita.
¡Pero que me aspen si no es endemoniadamente escaso!
Necesito de ellos cuando me siento tan terriblemente sola y despechada como ahora.
No queda más que tragarselo todo: llorar en publico no es una opción.
En el ambiente flota una musica melancolica que no me ayuda en lo más minimo.

Odio los finales, se me dan fatal. Los principios son más faciles de sobrellevar.

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